Mientras Kolya el bondadoso sufre, el alcalde goza de una vida feliz con sus bienes mal habidos. He allí el gran dilema que llega a nuestros días: ¿Por qué sufren los justos y hay impunidad para los corruptos? ¿Qué justicia hay en esta operación desigual?
DIOS NO ES VENEZOLANO…
Los latinos nacemos con una suerte de “perdón garantizado” a cuenta del mito misionero que Dios es paisano. Nuestros atavismos culturales, grupales y conductuales, mismos que nos anclan, los esquivamos a cuenta, que el Todopoderoso es venezolano y nos resolverá.